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El comienzo del año apunta, simbólicamente, a pensar en un hombre nuevo, transformado a partir de la introspección que debe realizarse en los llamados “días temibles”, cuando debe producirse un “balance del alma” entre Rosh Hashaná y el Iom Kipur o Día del Perdón.
“En Rosh Hashaná -explicó el rabino secular Andy Faur- festejamos la creación del ser humano, no del universo porque Dios creó al mundo en 7 días y fue el sexto en el que creó al hombre”.Para el rabino, “lo más interesante es que se trata de una fiesta universal que celebra a la humanidad”.¿Qué une a las personas con diferentes miradas sobre la forma de abordar su judaísmo al celebrar Rosh Hashaná y pensarse en sociedad junto al otro?, se preguntó el religioso, para responder que “a su manera, y desde una observancia religiosa o laica, los que ejercen alguna forma de judaísmo se detienen en su mundo durante dos días para pensarse en sociedad desde lo individual, y en comunidad después”.
“También piensan sobre ese “balance del alma” que requiere de un nuevo comienzo y profundas reflexiones sobre el verdadero sentido de la existencia. A eso llamará el sonido del shofar (cuerno de cabra) cuando, con la aparición de la primera estrella del miércoles, convoque a este nuevo desafío introspectivo”.
El comienzo del año judío sucede en el mes hebreo de tishrei (septiembre-octubre), cuando se festeja Rosh Hashaná, el mes en que Dios creó el mundo, y es a partir de esta celebración cuando se cuentan los años. En este día, fue creado el primer hombre: Adán.
La celebración comienza al anochecer de la víspera, y el shofar se toca durante la plegaria matutina. El sonido de este cuerno, casi siempre de carnero, llama a los judíos a la meditación y al autoanálisis.
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