¡LOSER!

Ellos actúan para la claque, sonríen y saludan. Hablan a públicos fantasmas, hábilmente disimulada en sospechosa sombra su verdadera magnitud, siempre en televisión, siempre en los cómodos sets de los programas amigos, acostumbrados al guiño cómplice y la pregunta guionada. Explayan su batería de promesas electorales como si el mundo fuera a acabar pasado mañana y luego nadie fuera a recordar la tonelada de estupideces que vomitan en la excitación del orticón y el micrófono. Hace tiempo ya que perdieron el cuidado ante el valor de las palabras. Por el contrario, el microclima mediático en el que sobrevivien y en cuyo tibio vientre desarrollan su actividad política, los ha convencido de que poseen una impunidad verbal absoluta. Si los medios concentrados son los dictadores del sentido común, ellos son sus hijos malcriados y abusadores.

En esa tesitura, declaran, gesticulan, aseguran y amenazan en un carnaval de palabrerío sin sentido y sin destino. Sus alianzas, todas igual de virtuales que la mayoría de sus estructuras políticas, son armados dirigenciales diseñados en los laboratorios de marketing de los grupos empresariales que los prohíjan. No hay nada que se parezca al pueblo allí, por más que la "democracia" sea la más abusada de las palabras con que fatigan su incesante desfile mediático. Son "demócratas" forzados, cuyo prontuario está hábilmente oculto por sus mecenas periodísticos. O padrinos clientelares, o hijos disfrazados de lo que no son,o gerentes del liberalismo más salvaje, o pacientes psiquiátricas con delirios místicos, o representantes de los intereses agroempresariales; todos ellos tienen varios cadáveres en el ropero, aunque, en lo que al mundillo mediático se refiere, nacieron ayer. Son vírgenes republicanas, honrados políticos preocupados por la inflación o la inseguridad, que se devanan los sesos por ayudar a los pobres, mejorar la vida de la clase media y generar un país productivo y moderno. En realidad, son gerentes del interés excluyente de los grupos económicos, gestores de una ideología en la que los pobres no tienen lugar y cuya receta para controlar la inflación es subir en varios puntos el índice de desocupación. El verdadero plan de gobierno que tienen, todos ellos, es el que NO PUEDEN decir: la demolición de las jubilaciones estatales, de la Asignación Universal, del Fútbol para Todos, de las regulaciones estatales a la economía, de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. La razón es que cada una de estas medidas afecta directamente los intereses a los que ellos representan. El país por el que trabajan, se parece mucho a aquél que ardía en 2001.
Un país en el que nadie quiere volver a vivir, salvo sus patrones y ellos mismos.
Van a perder, por la sencilla razón de que los pueblos no se suicidan. Muchos podrán jugar con fuego en elecciones de baja intensidad, pero nadie se dispara conscientemente un tiro en el pie.
El manual de perdedores indica que deben seguir con su farsa hasta el último momento, fingiendo que están ahí, en condiciones de dar una pelea que la propia historia les ha ganado por knock out hace mucho tiempo.